Viene el verano y no puede faltar, entre nuestras resoluciones de Año Nuevo, algo como “en 2025 voy a leer más”. Como el señor católico dice que va ir a misa, dar confesión y acercarse a Dios, como la niña New Age promete conocerse a sí misma, sanarse y asistir al gimnasio más asiduamente; nosotros, la clerecía burguesa, nos disponemos a iniciar esa liturgia de explorar las cosas y tomar contacto con las ideas del Mundo de Hoy, llamada lectura.
Muy noble objetivo, yo mismo este año fortalecí mi disciplina lectora, y encomio a todos quienes estén considerándolo. Hay mucho por comentar sobre los sacramentos literarios, el libro fetiche que llevamos siempre a la playa o la montaña, los motivos por los que la gente cree que hay que leer, por los que deciden efectivamente hacerlo y cómo lo logran. Pero son temas para otro día.
¿Hoy? ¡Recomendaciones! Podés ir directo a chusmear las secciones donde recomiendo cuatro textos de tres géneros:
Cuento
Un habitante de Carcosa — Ambrose Bierce
Una lengua realmente extranjera — Sam Kriss
La polilla lunar — Jack Vance
En esta mala tierra — Amos Oz
Ensayo
Duelo por venir, dios por venir — Quentin Meillassoux
El abecé de Jordan Peterson — Ernesto Castro
La sociedad contra el Estado — Pierre Clastres
Mediador evanescente — Frederic Jameson
Poema
Bajando el opuesto — Alberto Laiseca
La máscara de los dioses olvidados — Clark Ashton Smith
Señal de Fuego — Marcelo Fox
El prolífico y el devorador — W. H. Auden
O, si tenés tiempo, quedate a participar de la liturgia, mirá cómo justifico mi curaduría y por qué me parece pertinente cada texto recomendado.
Hacerse lector
Con este blogpost, quiero cooperar un poco en tu vocación lectora. De mínima, leer es entretenido, es un buen ejercicio para la mente, te ayuda a ser más interesante en los asados y, andá a saber, por ahí te inspira a crear algo bello o te hace más inteligente. Voy a recomendar lecturas que combinen esa efectividad estética con algún potencial iluminador, a lo que en inglés le dicen food for thought, obritas que, aunque no caces una, igual te pueden resultar atrapantes porque están bien escritas o cuentan una bella historia. En el mejor caso, te dejarán un regusto para-pensar.
Lo que conspira contra nuestras resoluciones es que leer lleva tiempo y esfuerzo, incluso si tenés el hábito y, si no lo tenés, necesitás construirlo. En medio de la sobreoferta de estímulos y la economía de la atención, el disfrute no llega solo, hay que disciplinarlo, forzarse a hacer lo que a uno le gusta. Por eso es terrible proponerse grandes cambios en vacaciones, ¡quién tiene tiempo de adquirir un hobby! En medio del año, con el reloj y la cabeza más o menos segmentados entre rutina y ocio, es menos difícil imponerse un trabajo-para-mí-mismo. En verano, la llamada de los amigos, de las excursiones, de las fiestas, de la simple relajación, no te dejan hora para encarar algún proyecto ambicioso como “ahora sí me voy a leer la Trilogía del Señor de los Anillos”, de esos que se nos ocurren cuando tenemos la lectura menos por un ser y más por un querer.
No ayuda que la cultura literaria actual y las cadenas de montaje editoriales favorezcan los libros largos y los autores hiper-productivos. Lejos de mí criticar la comercialización de la literatura y la empresarización del escritor, pero el tipo de productos que llenan las vidrieras es el equivalente a aquellos gimnasios por donde pasás y sólo ves cuerpos torneados y mancuernas con mucho peso, están pensados para atraer al que ya va sabiendo lo que quiere hacer y tiene cierta desenvoltura en el ambiente. Desde afuera, parece que no hubiera terreno medio entre el tío pseudo-analfabeto que va a la librería una vez por año a comprar un librito infantil para el bautismo de su sobrino, y los gordos pretenciosos que concurren dos veces por semana a dejarse los ahorros en ladrillos impenetrables de 1200 páginas con una prosa más densa que la ciudad amurallada de Kowloon, o las chicas alternativas que revientan la Cuenta DNI de sus padres comprando siete romancines saturados de fantasías sexo-afectivas sin sublimar. Unos y otras, con la cabeza lavada por TikTok o por revistas con olor a naftalina sostenidas desde alguna cátedra sin alumnos, hacen ver al acto de leer como una especie de estafa piramidal, un submundo de adicciones donde sólo te podés hundir si te has organizado un curro que te permita dejarte la vida en ello y te has resignado a no volver a hablar jamás con gente normal.
¿Cuál es el equivalente literario a una dieta con trampitas o un ejercicio ligero y pausado? Algo minimalista, funcional y progresivo, que te deje satisfecho con tus resultados y te deje tantear el terreno para ver qué tan interesado estás y hasta dónde y por dónde te vas a meter. La respuesta, leer textos breves.
Lo que es recomendar
Voy a recomendar doce escritos cortos, densos en ideas y sentido, con bastante valor de relectura, para que puedas ir leyendo de a poco, en la media hora que el sol no te dejó ciego en la playa o en lo que te tuviste que encerrar en el baño luego de comer unas rabas de más. Si te lo proponés, podés terminarte los doce en espacio de una o dos semanas; et voilà!, volverás de tus vacaciones siendo un lector o sabiendo fingir que lo sos, que es lo mismo.
Para recomendarte cosas, tengo que hacer ciertas presuposiciones sobre vos. Como estás suscrito al blog, asumo que sos burgués, como cualquiera puede serlo. Como estás leyendo esto, asumo que te interesa hacerte lector habitual y obtener cierto sentido de apreciación de la técnica literaria, así como capacidad de interpretar las ideas escritas y conjugarlas con la actualidad. Y claro, asumo que te interesan más o menos los temas que suelo tratar yo.
Innecesario aclarar que no voy a recomendar clásicos tipo Platón, Marx, Tolkien, Joyce, Borges, etc… De esos autores que todos deberíamos haber leído o estar en proceso de leer. Tampoco autores de moda que saltan todo el tiempo en tu feed de redes sociales, que te invitan a leer las promociones de fin de año, de los que te vayas a entrar por pura ósmosis social. Ningún Brandon Sanderson ni Yuval Noah Harari, ni Pola Oloixarac ni Han Kang. El punto de las recomendaciones es que conozcas algo que de otro modo ignorarías. Como mucho, recomendaré algo relativamente desconocido de un autor conocido.
Cada texto que voy a recomendar no supera las cincuenta páginas, algunos no llegan a diez. Si te interesa profundizar, voy a recomendar, en cada caso, la antología de donde extraje el texto, o alguna compilación de escritos similares. Al final, no me interesa tanto que leas todo lo que te recomiendo como que te fijes cuál de todas estas cosas te llama la atención y saltes de ahí a hacer tu propio camino.
De paso, comento un poco por qué elegí cada recomendación y con qué enfoque podés leerlo. Con todo lo que está de moda eso de dejarse llevar por el texto, no ponerle expectativas, etcétera; me parece más útil, cuando estás arrancando, que te den alguna lente, que te digan a qué podés estar atento por si te sentís perdido. A algunas personas el cuerpo se les amolda naturalmente y por comodidad a las máquinas y los ejercicios, a otros les sirve un guía que les corrija la postura y les arme la rutina, para que vean cómo encajan las partes, antes de que puedan llegar a componer sus propias series.
Ahora sí, las recomendaciones.
Cuentos
Si lo que te interesa es aprender de la narrativa como oficio y arte, los relatos cortos son lo mejor. Nuestro idioma les asigna el nombre de cuentos, que los hace sonar como algo infantil y facilito1, de ahí que algunos se refugien en esa construcción asimilable al inglés short story. Aun sin este prejuicio idiomático, la industria editorial moderna favorece a la novela como un combo literario que ofrece un buen conteo de páginas y minutos leídos, un buen precio por peso. Otro día podemos hablar de cómo ha caído en desgracia el formato narrativo corto y por qué es un horror. Por ahora, baste decir que con leerte diez cuentos de diez páginas vas a ganar una mayor comprensión técnica de la escritura, y un disfrute más amplio, que acompañando por tres mil hojas al mismo autor, aunque sea un genio.
Un habitante de Carcosa — Ambrose Bierce
Ya arranqué haciendo trampa, es conocido el autor. Ambrose Bierce es el gran prosista de la Guerra de Secesión Americana, de la cual fue veterano, seguro has visto en vidriera sus Cuentos de la Guerra Civil. Después se hizo periodista, vaticinó el asesinato del presidente McKinley y se unió a la Revolución Mexicana, en el curso de la cual desapareció sin dejar rastro. Su biografía es digna de leer.
¡Pero acá estamos por sus cuentos! Lo que puede que no sepas, salvo que estés en tema, es que Bierce fue un pionero en el género del terror sobrenatural. Oficiaba de corresponsal del mundo en los fantasmas, la frontera entre la vida y la muerte, que visitó a menudo durante la guerra, donde se despidió de tantos camaradas. An Inhabitant of Carcosa (1886) es un cuentito sobre un hombre que se encuentra perdido en las ruinas de una civilización muerta. Y no digo más, que te spoileo, son cinco paginitas, che. Lo podés encontrar en español o en el inglés original con sólo googlearlo2, o en cualquier librería como parte de los Cuentos de Soldados y Civiles.
¿Te suena Carcosa? Escuchaste sobre ella en la primera temporada de True Detective (2014) de Nic Pizzolatto y Cary Joji Fukunaga, la mejor serie de terror en años recientes. La serie sacó la idea de El Rey de Amarillo (1895), una antología de Robert Chambers, que se inspiró en el cuento de Bierce y en el decadentismo francés. Los cuatro primeros relatos inauguran ese estilo de terror inquietante y existencialista que luego inspiraría los Mitos de Cthulhu de H. P. Lovecraft, quien también incluyó a Carcosa y al Rey Amarillo en sus obras. Una buena compilación de relatos en torno a estas figuras es The Hastur Cycle (1993) editado por Robert Price para Chaosium. No he visto que esté traducido al español, pero podés chusmear el índice y encontrar algunos de los cuentos sueltos traducidos en internet. O ponete a practicar tu inglés con ellos, que son dentro de todo accesibles.
Una lengua realmente extranjera — Sam Kriss
Este lo podés encontrar acá mismo, en substack. Publicado en el blog , es uno de los mejores relatos que he leído en 2024. El autor, Sam Kriss, escribe un poco sobre todo, y bien podrías suscribirte. Por desgracia no está en español, que yo sepa, y el inglés es más bien rebuscado. Por ahí te puede ayudar un amigo o una inteligencia artificial, o por ahí el autor se compadece de nosotros y autoriza una traducción.
Pero vamos al relato. La crisis migratoria en Estados Unidos está llegando al desborde, en las fronteras se agolpan los desesperados de la Tierra, musitando en lenguas que nadie entiende. Bueno, entre ellos claro que se entienden, los chinos con los chinos y etcétera. Pronto, sin embargo, varias personas empiezan a hablar una lengua realmente desconocida, el idioma en el que Adán hizo su pacto con Dios y con que dio nombre a todas las cosas, el dialecto con el que los árboles y los pájaros hablan entre sí, las palabras con las que las rocas y el mar se refieren a sí mismos. Escuadrones parapoliciales recorren el país tratando de proteger la civilización angloparlante de esta amenaza, la Lengua Verdadera que viene a derribar las murallas de la identidad humana y a forzarnos a entendernos entre nosotros.
Un poco de filosofía y de crítica social, A truly foreign language es un relato sumamente borgesiano. Si te gusta esa muestra de erudición acompañada de ironía, un poco sobradora y barroca, bueno, leé a Borges, o a cualquiera de esos autores a los que llaman “El Borges de…”. Si nunca leíste a Borges, un buen punto para empezar es El Aleph (1949), que por algo se lo considera borgeanismo destilado. Si te parece muy largo y muy pesado, tenés razón. Mejor entrale a El hacedor (1960), que tiene textos más breves y más variados.
La polilla lunar — Jack Vance
Nada que ver con el nuevo vicepresidente de los Estados Unidos, aviso. Jack Vance es un titán del science fantasy de mediados de siglo, de esos que figuran como “el autor favorito de tu autor favorito”. Su prosa es recargadísima, combina arcaísmos con neologismos con formas de hablar muy idiosincráticas. Igual, se puede encontrar el relato tanto en el inglés original como en castellano.
The Moon Moth (1961) cuenta la historia de Edwer Thissell, representante consular de los Planetas Centrales en Sirene. La cultura sirenesa valora, por sobre todas las cosas, la expresión individual, las personas no sólo se comunican hablando sino que, para poder expresar toda la complejidad de sus sentimientos y relaciones, usan elaborados instrumentos musicales. A su vez, para maximizar la capacidad de definirse a uno mismo, y para proteger la privacidad, todos llevan máscaras artesanales que expresan distintas cosas sobre su personalidad. Los sireneses han desarrollado un estricto código de honor, que llaman strakh, para determinar quiénes pueden usar qué máscaras e instrumentos en qué ocasiones sociales, sin transgredir el honor propio de los demás. En esto, llega un fugitivo de los Planetas Centrales, un asesino llamado Haxo Angmark, que conoce la cultura local y puede mimetizarse usando las máscaras y los manerismos apropiados. Thissell tiene la misión de capturarlo sin violar el tabú que le impide sacarle la máscara a alguien, y con la complicación de que, al tener poco strakh, su propia capacidad de interacción está limitada y se ve forzado a usar una humillante máscara de polilla lunar.
Magnífico como policial y como ficción especulativa, ambos géneros de los que Vance era un maestro. El worldbuilding sociológico se mezcla con una trama movida y digerible, y prácticamente cualquier novela o antología de Vance es recomendable si esta te deja con ganas. Desgraciadamente no he visto al autor en librerías, salvo tiendas de usados. Vas a tener que buscar vos mismo.
En esta mala tierra — Amos Oz
Hace unos días comenté en un tuit y sus respuestas porqué es ridícula la objeción antisemita de “¿y si nosotros también faltáramos a su fe?”, a raíz de un episodio tan intrascendente que no lo voy a particularizar. El judaísmo, como raza y como credo, no tiene un núcleo esencial, de cierto modo ser judío es una forma de no ser, de auto-destierro y de privación. Todos los literatos hebreos postulan que no se puede ser más desgraciados de lo que ya son, nadie los puede tratar tan mal como los trata su Dios, y es ahí, en su desdicha constitutiva, donde yace su fuerza. Este desbalance óntico entre los judíos, cómodos en su dislocación, y los judeófobos identitarios y esencialistas, es una de las muchas razones por las que el antisemitismo es una auto-falsificación, como si alguien golpeara un espejo para encontrar su verdadera imagen.
Volvió el espectro del antisemitismo, que creíamos haber exorcizado para siempre. Esto pasa más o menos una vez al mes. Este pequeño chapoteo que menciono se da sobre una ola aun mayor en el ciclo anti-judío, precipitada por la guerra en Gaza, en Líbano y ahora en Siria. Es el momento idóneo para recomendar a un autor israelí, de lo que llamaríamos un sionismo escéptico. Amos Oz es un escritor crítico del proceso expansivo de Israel y partidario de una solución equitativa con los palestinos, pero tampoco es boludo, ningún judío puede permitirse ser ingenuo. El relato de 1966 ארצות התן, traducido como Upon this evil Earth al inglés y al español como En esta mala Tierra, reimagina el mito bíblico de Jefté, el caudillo bastardo y exiliado, para explorar este tema; que renunciar a la identidad judía es disolverse, pero abrazarla implica aceptar la abnegación, la injusticia y el sufrimiento en pos de vaya uno a saber qué causa. En Dios son indistinguibles el amor y el terror; el proyecto sionista, secular y democrático, viene viciado de origen por una fragilidad auto-asertiva que se manifiesta como violencia y exclusión.
Jefté hijo de Galaad es una figura menor del Antiguo Testamento, del Libro de Jueces. Es el hijo ilegítimo de un galaadita que es expulsado por sus medio-hermanos al desierto junto a los nómades, pero luego reclamado por los ancianos de Israel para que los dirija en la guerra contra los amonitas. Pese a la brevedad de su aparición, destaca por dos hechos. El más notorio, Jefté promete a Dios que, si le da la victoria, sacrificará en su nombre lo primero que vea al regresar, y como Dios es un hijo de puta, Jefté tiene que sacrificar a su hija. Son obvios los paralelos con el encadenamiento de Isaac, donde al menos Dios tuvo la decencia de no pedirle a Abraham que llevara el acto a sus últimas consecuencias. Y, claro, con el otro gran mito sobre un caudillo guerrero que sacrifica a su hija: Agamenón matando a Ifigenia para que los dioses le permitan zarpar a Troya, dramatizado por Eurípides en Ifigenia en Áulide. El sacrificio ha sido lo más estudiado del mito, le ha dado muchos dolores de cabezas a los rabinos, y hasta fue materia de la tragedia Jefté, o el Juramento (1554) de Buchanan, y del oratorio (una suerte de mini-ópera, ahora que el presidente las puso de moda) más conocido de Hendel, de 1751. La otra cuestión es que Jefté no se limita a guerrear con Amón, sino que intenta razonar, demostrar que Dios no está de su lado sólo porque sea del pueblo elegido sino porque tiene razón, y su enemigo no está queriendo escuchar, lo que le da derecho a usar la fuerza y “dejar que Dios juzgue”. Este pasaje obsesionó a John Locke, que a partir de allí elaboró toda su teoría de la apelación al cielo. Por Locke es que entré a investigar todo esto y llegué a Oz.
Si no te copa reproducir todo mi rabbit hole, si lo que te interesó es más el estilo de escritura que la trama, metele a la colección de Amos Oz, Tierra de chacales (1965). También te puede interesar Gabriel García Márquez, la prosa onírica y cruda de Oz me recordó al realismo mágico del colombiano. O, ya sabés, leete la Biblia, ahí tenés para entretenerte.
Ensayos
Acá cumplo la promesa central de este post, que es recomendarte algo parecido a lo que yo mismo hago, unos textos no tan largos que ensayen sobre alguna idea o propuesta, textos que intenten acercarse a un problema de un modo más creativo que riguroso, que improvisen argumentos tentativos sin agotar el asunto, y vayan tendiendo conexiones entre temas de actualidad y cuestiones ulteriores, no tanto con ánimo de sistematizar como con un criterio estético, sensible, de tanteo. Si logran su cometido, estas monografías te llevarán por un viaje estimulante, te harán acompañar al autor en su exploración, para que le agarres el sabor a lo que quiere decir, y puedas también ir contorneando una salida al problema.
Duelo por venir, dios por venir — Quentin Meillassoux
El realismo especulativo es una corriente filosófica muy potente y contestataria que viene a resucitar algunas ideas que se pensaban sepultadas de una vez por todas por el giro posmoderno y Quentin Meillassoux es tal vez su exponente más original. Recién ahora está teniendo alguna penetración en español, y a la barrera de lenguaje se le suma lo ambicioso y lo erudito de estos filósofos, en cuyos libros anidan múltiples referencias y controversias que al recién iniciado en temas filosóficos lo pueden confundir.
Dueil à venir, dieu à venir (2006) tiene la ventaja de estar traducido al español y ser accesible por internet. Aunque es tal vez uno de los escritos más esotéricos de Meillassoux, al punto de que es difícil saber si está hablando en serio, se puede leer de forma aislada, no hace falta conocer sus influencias ni sus antecedentes filosóficos. Trata de un tema que a todos nos concierne, la pérdida irreversible de los muertos. Los religiosos abordan el problema desde un punto de vista teórico, como si ya existiera una solución, sólo tenemos que descubrirla: los que murieron sin merecerlo automáticamente se ven redimidos pues entran al paraíso y allí nos esperan, una hipótesis empíricamente incomprobable. Los tecno-utopistas encaran el problema desde lo práctico, algún día tendremos un dominio de la naturaleza tal que, con viajes en el tiempo, clonación, rejuvenecimiento, etc… aboliremos materialmente la muerte, una tesis científicamente insostenible. Queda la opción atea, renunciar a toda pretensión de justicia y condenar a nuestros muertos a la eterna desesperanza, una alternativa moralmente inaceptable. Meillassoux propone una síntesis: no asumamos que la reconciliación final con los muertos es algo que ya existe y podemos conocer teológicamente, o que podemos manifestar tecnológicamente, sino que cabe esperarlo porque puede llegar a existir, pero no por acción nuestra, sino de forma milagrosa.
Leete el ensayo, que él lo dice de forma más convincente. Es el punto de partida para todo su pensamiento, que si te interesa profundizar, podés hurgar en internet por sus escritos, que no son muchos, los podés encontrar en inglés o en francés. No puedo sino recomendar la colección Hiper-caos (2018), traducida al español por Jorge Fernández Gonzalo y publicada por Holobionte, allí están reunidos en un orden esquemático los principales artículos de Meillassoux. Si no, podés buscar a los otros realistas especulativos, igual de provocativos pero menos delirantes.
El abecé de Jordan Peterson — Ernesto Castro
Bueno, miento, no me leí este artículo, sino una versión vieja bajo el título Perogrulladas y contradicciones de Jordan B. Peterson (2016). Ernesto Castro es uno de mis pensadores de referencia , seguro has visto sus clases grabadas en YouTube hablando de filosofía y de prácticamente todo lo demás. Hace falta un buen armazón filosófico para entrarle a Peterson.
El psicólogo canadiense está muy de moda, y a mí me resulta fascinante, pero está plagado de inconsistencias entre sus postulados teóricos y sus compromisos políticos reales, derrocha sofismas y juega con la indefinición, para que no se note que todo su pensamiento es una nube de vibes flotantes sin ningún anclaje sólido. Le ha vendido posmodernismo a toda una generación de hombres, bajo la máscara de una crítica al posmodernismo. Y no tengo nada en contra, eh, yo celebro el posmodernismo, y admiro a un hábil timador, pero esa ilusión hay que disiparla y Castro hace un buen trabajo exponiendo los fundamentos contradictorios y las implicaciones escondidas de Peterson. No hay que dejar de leer las notas marginales no. 9 y no. 12. Recomiendo este escrito como un adelanto a mi propia evaluación crítica del pensamiento petersoniano, que publicaré en algún momento de 2025.
El artículo aparece recopilado en ¡El gran dios Pan ha muerto! (2022), junto con otros escritos por el mismo autor, que también se encuentran en su página web. De paso podés ir haciendo los deberes y leer a Peterson, así me puteás con fundamento cuando yo mismo lo critique.
La sociedad contra el Estado — Pierre Clastres
Odio los prefacios, incluso ahora que generalmente los leo. Los odiaba más cuando era un lector inexperto, como presumo que sos vos, ¡quiero ir derecho al texto! ¿Por qué me lo esconden tras esta barrera paratextual? Es como si el traductor o el editor quisiera ser más remarcador que importador, y que no acceda al libro sin pagarle tributo a su aduana hermenéutica. La crítica es totalmente válida, la mayoría de los prologuistas sobreestiman su importancia, incluso cuando se trata del propio autor. No nos interesan sus comentarios si aún ni hemos podido formar nuestra opinión del material comentado, ¿qué me querés condicionar? Encima rodean al texto de sentimentalismos y anécdotas personales que hasta el más exhaustivo de los biógrafos haría bien en saltearse.
Soy partidario, más bien, de los post-facios. Una buena conclusión, más no un cierre, que recapitule y sintetice, que nos haga reevaluar y nos muestre los caminos por lo que podemos seguir. La societé contre l’État (1974) es un gran capítulo final para su libro homónimo, que resume excelentemente su tesis. Como yo suelo leerme los prefacios al final, te recomiendo lo contrario, leete este post-facio al principio, a ver si te convence de que vale la pena leer La sociedad contra el Estado.
Ahora somos todos anarquistas, odiamos al Estado y todo eso, pero con la visión unilateral y francamente autista de la Escuela Austríaca. Mis amigos libertarios tienen mucho que aprender de la crítica al Estado que se hace desde la izquierda. Clastres es un antropólogo anarquista que explora la relación entre poder social y poder político, entre Estado y propiedad. Sin estar cargado de demasiada jerga antropológica, el ensayo introduce bien el modo de pensar de esa disciplina, y muestra patentemente cómo algunos fenómenos que hoy consideramos meramente sociales, como la religión y la economía, conspiran secretamente para incrementar el poder político, y cuáles son las defensas que las sociedades primitivas han erigido para evitar el surgimiento del Estado. A esta idea, la anarquía, hay que rodearla por todos sus costados, para deshacer algunas ilusiones que los liberales suelen tener sobre cómo nace el Estado y que conlleva vivir con y sin él.
El mediador evanescente — Frederic Jameson
Vengo recomendando textos cortitos y entendibles, algo va mal. Corrijámoslo. Frederic Jameson escribe de forma extendida y tediosa, refocilándose con todo el vocabulario impenetrable del psicoanálisis, la crítica marxista y el estructuralismo. Consejo para leer textos difíciles: Vos dale para adelante, ni el autor sabe qué poronga quiso decir. Relee si te sentís algo perdido por la sintaxis y si no pasá de largo, eventualmente va a tirar algún ejemplo o mencionar alguna otra cosa que te haga decir “¡Ah! De eso estaba hablando”. Hay ensayistas que están más interesados en contar una historia que en exponer una idea, acompañalos por sus zigzagueos mentales. Vas a ver que no están necesariamente desarrollando un argumento, más bien usan algún material como excusa para tirarte un centro conceptual.
The Vanishing Mediator: Narrative Structure in Max Weber (1973) agarra una premisa simple para conectar un montón de ideas, pero no sistemáticamente, no quiere tanto darte una cosmovisión como una herramienta bien calibrada con la que vas a poder notar muchas cosas. En concreto, analiza algunos trabajos de Max Weber, ese sociólogo que todos conocemos y ninguna ha leído, pero tranqui, que Jameson te lo resumen bastante bien. Despliega todo su arsenal de falopa psicoanalítica para decir algo simple: Weber quería tener wertfreiheit, “neutralidad de valores”, un punto de vista desapasionado y no-ideológico a la hora de analizar la sociedad, pero detrás de sus teorías y, en realidad, de toda ciencia social, se esconde una estructura narrativa, mitológica. Partiendo desde ese punto, Jameson desentraña cuáles son las figuras míticas ocultas en la visión weberiana y cuáles son los valores implícitos en su wertfreiheit. Atrás de esa pretendida objetividad científica hay una presuposición burguesa de que la racionalización es, en esencia, un proceso de desencanto y desapego del mundo; pero igual eso es bueno.
Este estudio introduce el concepto de “mediador evanescente”, utilizado por filósofos como Slavoj Žižek, que lo ha extendido a otros dominios. Yo mismo pienso usarlo en un futuro, así que en realidad te estoy dando deberes. Es algo así como la idea de que hay una figura intermedia, a la vez mística y racional, que sirve como paso de transición entre dos etapas históricas, pero una vez cumplido su cometido, se desvanece. Lee a Jameson si querés saber más. Problemón: este artículo no lo encuentro en español, aunque tampoco busqué mucho; igual elabora esta idea en otros ensayos, que aparecen en Documentos de cultura, documentos de barbarie (1989). Ahí, las mismas técnicas de análisis son empleadas para toda una variedad de temas, y el concepto que nos trae aparece con otros nombres como “mediador borrado” o “mediador esfumado”. Yo me quedo con la terminología empleada por Francisco López Martín en su traducción del libro de Žižek, En defensa de las causas perdidas (2011), que es por donde conocí esta idea.
Poemas
Tocamos materia dura. ¿Qué es la poesía? ¿Cómo se lee? ¿Hay sí o sí que leer poesía para recibirse de gordo literatura? Preguntas que contestaremos otro día. Usemos, por ahora, una definición mínima; poesía es el género más formal de la literatura, consiste en experimentar con el lenguaje, jugando con la plasticidad de las palabras. El poema clásico adhiere a estructuras preestablecidas, patrones rítmicos, técnicas retóricas; puede estarte contando una historia o no, pero lo importante es que está en verso, un modo de habla artificioso, regimentado para ser más evocativo y más musical que la mera prosa, el habla común, el simplemente decir las cosas en el orden en que más o menos te saldría espontáneamente. Claro que esa distinción es medio espuria, yo estoy escribiendo en prosa y mirá lo pretencioso que soy, como le meto florituras y metáforas al texto, como muevo de lugar las cláusulas y los signos de puntuación para que no te me duermas leyendo. Escribo de forma, digamos, natural o cotidiana, y sin embargo me mando unos artisteos. En algún momento los escritores se dieron cuenta e inventaron eso del verso libre, en vez de apegarse a las exigencias de un formato tradicional, agarran sólo algunos elementos poéticos para imprimirle un poco de preciosismo a un texto que, por lo demás, puede estar dividido en líneas sin rimar, o estar escrito todo de corrido pero con sonoridad lírica, o simplemente inventarse su propia manera de ser artsy. Resumiendo, bajo el rótulo “poema” te voy a recomendar textos que importen más por su mirada estética, por su artesanía, que por su contenido, que te hagan apreciar la palabra escrita como medio y el idioma como herramienta.
Bajando el opuesto — Alberto Laiseca
Laiseca está teniendo un boom de nuevo. Fallecido en 2016, mi autor favorito dijo en alguna entrevista, aunque no la puedo ubicar ahora mismo, que no se sentía reconocido por la industria editorial. Cuando decía esto, su obra no estaba traducida a idiomas extranjeros, aunque aparecieron ediciones en francés en 2013 y en italiano en 2014. En 2022 salió su biografía y en 2023 se publicaron sus obras inéditas. Este mismo año tuvo un revival a raíz del cierre del canal de televisión I.Sat, uno de los grandes hitos de vida para todos los que crecimos creyéndonos cultos. En ese canal, Laiseca condujo el ciclo Cuentos de terror, al que varios le debemos nuestra inducción a la literatura. Toda la nostalgia se combina para resucitar el interés por este escritor del que yo podría hablar por mil páginas.
De su ficción hablaré otro día, acá vengo a recomendar su único libro de poesía. En Poemas Chinos (1987) Laiseca asume la identidad de varios poetas a lo largo de las distintas etapas de la historia china, retomando su vieja obsesión orientalista. Usa la misma técnica que en sus obras en prosa, construye los personajes y sus modos de hablar no en base a un realismo documentario, sino a lo que su imaginación exoticista se figura sobre ellos, usa un vocabulario que suena chino para decir cosas muy criollas, o de ninguna parte. En realidad recomiendo todo el libro, pero un lindo poema para alguien que no suele leer poesía es Bajando el opuesto, te da una buena idea de esa cosa rara que los poetas llaman “verso libre”, una sucesión de líneas sin sentido aparente, pero que buscan provocarte una seguidilla de impresiones emocionales.
Después leete el resto del libro, sirve para acercarse a la poesía desde un autor que no tiene tantas pretensiones y un poco te está boludeando, aunque en el fondo sea muy sentido y poderoso. Hasta hay un video en YouTube donde Laiseca recita el libro, enganchar la musicalidad interna del texto es clave para disfrutar la poesía. Si te copó la cuestión oriental argentinizada, buscá haikus, yo hace poco leí Haces de luz (2020) de Marta C. Salvador. O si no algún libro de poemas chinos, de los made in China. Si lo que te gustó es el verso libre o el juego poético con las palabras y las imágenes, probá con algo más canónico, Alejandra Pizarnik, Mario Benedetti o Alfonsina Storni.
La máscara de los dioses olvidados — Clark Ashton Smith
Vamos con algo más clásico. The Masque of the Forsaken Gods (1912) es uno de los tantos poemas de Clark Ashton Smith, a quien seguro conocés como compañero de generación de de Robert E. Howard y H. P. Lovecraft. Su ficción, a caballo entre la espada y hechicería del primero y el terror cósmico del segundo, es invaluable, pero además era un autor entrenadísimo en las convenciones de la alta literatura. Hoy, los autores de ficción especulativa ya no suelen leer cosas fuera de ese género, muchos ni siquiera escriben por fuera del formato novela. Amamos la especialización, de hecho visitando otras especialidades podés ganar una perspectiva única que enriquezca la tuya propia. Eso sí, hay que hacerlo, si no es encierro. Lovecraft, Tolkien y todos los clásicos del science fantasy leían y escribían poesía, mientras que sus lectores actuales pasan de largo sus canciones, y se preguntan por qué no escriben tan bien como ellos.
The Masque está escrito al modo más clásico posible, en pentametro yámbico, o sea en líneas de diez sílabas organizadas en cinco pares con una sílaba sin acento seguida de una acentuada, eso marca el ritmo de lectura, con ocasionales excepciones para darle dinamismo. Así escribían Shakespeare y Milton, los grandes poetas ingleses. Al uso de los viejos poemas épicos, tiene un contenido narrativo o de diálogo. Un viejo filósofo y un joven poeta contemplan el cielo y se lamentan que el mundo haya perdido su magia, los espíritus divinos que nuestros antepasados veían por todas partes y que nuestra modernidad secular ha olvidado. Los dioses, naturalmente, contestan.
Fijate cómo cambia la trama, como te hace conectar con ella de una manera distinta, porque está escrita en verso y no en prosa, como las restricciones métricas fuerzan al texto a adoptar una fraseología que en lengua natural sería tortuosa pero dentro de este molde encaja cómodamente.
Leete los poemas escritos por tus prosistas favoritos, los de Smith están buenísimos y se encuentran fácil en inglés o traducidos. The Hashish-Eater (1920), The Centaur (1958) y Le poète parle avec les goules (1951) son de mis favoritos. Repito que Lovecraft también poetizaba, Fungi from Yuggoth (1930) es una secuencia de sonetos bastante psicotrópicos que mezclan poesía con su típico terror cósmico, no queda claro si son narrativos o no. Y si resonaste con esa nostalgia por el mundo arcaico, te van a gustar las Prosas profanas y otros poemas (1896) de nuestro príncipe de las letras castellanas, Rubén Darío.
Señal de fuego — Marcelo Fox
Estirando nuestra ya flaqúisima definición de “poema” podemos meter libros de frases sueltas, de fragmentos, esos en que alguien rejunta sus ideas anotadas y ni se molesta en conectarlas a través de un texto ordenado. Acá tenemos los Aforismos de Nietszche extraídos de sus libros y largados así nomás, el Libro Rojo que compendia citas de Máo Zédōng, los Proverbios bíblicos.
Yo recomiendo uno argentinísimo, coetáneo y amigo de Laiseca. Marcelo Fox era un freak en toda regla, no se sabe bien si un excéntrico o un psicópata, que rejuntó varios delirios en Señal de fuego (1958), con un tono entre revolucionario y ocultista. Frases edgy para sacar el alma descarriada que tenés adentro y forzarte a ponerle vos el relleno a todas esas provocaciones metafísicas y panfletarias.
El prolífico y el devorador — Wystan Hugh Auden
Cierro con trampa, para variar. Dos trampas, realmente. Primero, pinta más ensayo que poema, es un texto continuo que hasta parece que tiene una tesis o al menos tira un par de argumentos. Es lo que llaman “poema en prosa”, para que veas hasta donde se ha torturado esta endeble categoría. Sí es discursivo pero, la verdad, lo que se dice es superfluo, vos concentrate en cómo lo dice, las imágenes que emplea, el hilo que tenés que seguir no es el de la argumentación, que se va por las ramas y es bastante básica. Seguí el flujo de los pensamientos, acompaña las divagaciones, atravesá la apariencia de razón y andá más allá.
Segundo, es un libro largo, pero lo que recomiendo es la Parte Primera, el resto se me hace repetitivo y basicón. Es un libro póstumo, dejado sin terminar cuando el poeta británico murió en 1973, recién publicado veinte años después. Tal vez por eso gran parte del libro está sin refinar, o quizás Auden no era tan brillante. La Parte Primera es la más poética y la que asienta la tensión fundamental que recorre The prolific and the devourer, la tensión entre el aspecto creativo, misterioso y soñador de la naturaleza humana, y su faceta práctica, consumista, vital. Desde esa dicotomía luego entra a revisar distintos contrastes, conectados de la forma más espuria, entre políticos y académicos, o entre la cristiandad y el marxismo.
Si te va este género de reflexiones asistemáticas que te transportan sin quererte vender un destino fijo, al menos sin lograrlo, buscá tratados esotéricos o psicoanalíticos como los de William Blake, el título de este ensayo poético es choreado a una expresión suya; o alguna obra de filosofía ni moderna ni occidental, que suelen manejar ese tono de misticismo especulativo con temática en parte metafísica y en parte social. Se me viene a la cabeza Sincronicidad (1960) de Carl Jung, el Tao Te Ching de Lǎozǐ, o alguna obra de Madame Blavatsky o del Maestro Eckhart.
Cerrar el año
Tan larga la hice que al final, por sólo haber leído hasta acá, ya sos un lector. Verás que por todo el camino falté a mi promesa y te recomendé mucho más de lo anticipado. Aparte te adoctriné con mi hermenéutica personal y mis temas de interés. Tomalo como un adelanto del año que viene, los temas a tratar y los vericuetos por los que se va mi imaginación.
También habrás notado algunos vacíos. ¿Mujeres ni a palo, no? También tengo mis resoluciones literarias, en 2025 me propongo suplir mi carencia de lecturas femeninas, no tanto por un tema de inclusividad sino como un desafío para encauzar esa disciplina que te decía y llenar un hueco epistemológico, otro año será “leer a los Nobeles” o “más autores peronistas”.
Y vos, ¿cuáles son tus desafíos? ¿Cómo llevaste los de 2024 y cómo arrancás los de 2025? ¿Qué me recomendás? Te daré tiempo a respirar y meterte por todos los pasillos que te acabo de abrir, y por los que sin duda te estarás abriendo vos. Mi próximo post con recomendaciones será más corto. O no, seguro miento, pero será distinto, ya está fijado el cimiento y podré hablar de otras cosas. No pienso hacerlo muy seguido así que pensé uno largo para que no me extrañes.
Acá te suelto la mano y te dejo seguir viaje, contame al final como te fue.
Esta idea acerca de los prejuicios contra el cuento es materia de conversación frecuente con mi novia, licenciada en letras y abanderada del lema “lo bueno, si es breve, dos veces bueno”. No estoy seguro de cómo atribuirle esta inspiración en formato APA. Seguro algún día la coopte para que hable del tema.
Podría pasarte los enlaces directamente pero, ¿tan vago vas a ser? Te recomiendo cosas porque son fáciles de encontrar. Los links se pueden caer y, además, aunque no tengo nada contra la piratería, parte del ejercicio es que vayas a comprar el libro aunque sea a una feria de usados y chusmees otras cosas, ya que estás.